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19 de marzo de 2022

Entender más para cuidar mejor

Con cerca del 95% de la población adulta vacunada con al menos dos dosis quedan en Argentina alrededor de 1.6 millones de personas mayores de 18 años que aun no han recibido ni siquiera una sola dosis, si es que una sola dosis sirviera para algo.  Algo que se repite en la mayoría de los países de América Latina y también en Europa. Con lo que vuelvo a una idea que ronda desde antes que comenzaran las campañas de vacunación. ¿Cómo entender la decisión de los que no se han vacunado para poder cuidarlos mejor?  O quizás ni entenderlo, tan simplemente aceptarlo como aceptamos otras tantas elecciones de nuestros pacientes. Al fin y al cabo las vacunas contra esta epidemia, sin ser esterilizantes disminuyen pobremente el contagio aun entre vacunados y a más de un año debiéramos olvidarnos de la varias veces prometida inmunidad de rebaño, por lo que los beneficios son individuales, antes que colectivos. 

Hay otra razón para entender la decisión, seguramente los bioeticistas deben tener mejores razones que las mias, ya que mi opinión es más básico, y se basa en que como médico no puedo negar mi atención a nadie que la requiera. Ya que se trata de una decisión personal, que como toda decisión también conlleva una posición de como enfrentarse ante distintos aspectos de la vida, incluidas la enfermedad y la muerte. Por lo que quizás mi pensamiento "simplista" no sea más que el querer validar y extender lo que reza el Juramento Hipocrático: "no permitir jamás, que entre el deber y el enfermo se interpongan consideraciones de raza, religión, nacionalidad, de partido o de clase". En todo caso tampoco se trata de atender o negar visitas a nuestros paciente. Se trata de entender más para brindar un mejor cuidado, o el cuidado adecuado. Ni más ni menos que lo que hacemos con todos los pacientes. Tratando de considerar las generalidades del grupo más reticente, para atender luego a sus singularidades.

Abordar la reticencia vacunal exige aceptar que muchos de los argumentos que se esgrimen no están exentos de fundamentos. A fin y al cabo la historia de las vacunas, o de las vacunaciones, no es la hermosa y heroica historia que todos quisieramos escuchar. 

"La reticencia vacunal hace referencia al retraso en la aceptación de la vacunación o a su rechazo a pesar de la disponibilidad de servicios de vacunación. La duda vacunal es compleja y propia del contexto, variando según el momento, lugar y las vacunas. Incluye factores como el exceso de confianza, la comodidad y la seguridad" según un grupo de expertos en "reticencia vacunal" de la OMS, en 2015.

La aceptación o no de las vacunas no es una variable dicotómica de si o no. La mayoría de las veces se expresa con la aceptación a algunas vacunas, y el rechazo a otras. Desde el retraso para la aplicación de algunas vacunas hasta la aceptación incondicional de los "calendarios vacunales" en tiempo y forma. Como se ha dicho también "de la hostilidad de circunstancias a ser antivacuna". En definitiva se trata de un continuum entre la aceptación total y el rechazo total. Seguramente, y con esta definición, más de un profesional de la salud tendrá algún tipo de reticencia a todas o algunas de las vacunas que se aplican actualmente.

Aceptar o rechazar,  en el caso de los médicos es decididamente una posición hacia el tipo de medicina que prefiere ejercer y que no se define exclusivamente por si se ha aplicado las vacunas del momento. Que una esté vacunando en esta epidemia no define la reticencia vacunal.

Regularmente se realizan múltiples encuestas en el mundo, y antes de esta pandemia se reconocía que la reticencia vacunal era muy alta en Francia, Rusia, Ucrania, Bulgaria y otros países de Europa Oriental. En varios de estos países esto se ha visto reflejado en la mayor incidencia de casos de SARS-CoV-2 durante la ola con la variante delta, aunque luego con la variante ómicron esta diferencia se hizo, en general, mucho menor.

La variabilidad de la reticencia se ha valorado según distintos ejes de abordaje. Un eje pudiera ser la relación ante una vacuna específica, donde las decisiones se toman prácticamente entre el riesgo y beneficio de dos situaciones: la de vacunarse o la de padecer la enfermedad. Otro eje puede ser la relación ante el sistema de salud: hay quienes se sienten muy cómodos con el sistema médico actual y otros que prefieren otros tipos de medicinas "alternativas", por ejemplo la homeopatía. Otro eje puede ser "político" entre quienes rechazan todo tipo de intervención del estado en cuestiones personales como la salud, y quienes son indiferentes a esto. En algunos países este último tema no se debe soslayar, tal es el caso de Estados Unidos, donde hay variación significativa en la vacunación contra Covid-19, entre los diferentes Condados; donde ganaron los Repúblicanos en 2020 tienen más población reticente que donde ganaron los Demócratas.

Quien ha estudiado mucho de esto es Heidi Larson, una antropóloga de la "Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres" y fundadora del "Proyecto de Confianza en las Vacunas". Seguramente quien la lea abandonaría más de un prejuicio que hay sobre el tema, pero sobre todo se interesaría en como abordar el tema. Ella afirma que "no se trata de establecer medidas punitivas, sino de reestablecer la confianza". Lo que confirma que ningún funcionario de la mayoría de los gobiernos ha escuchado hablar jamás de ella.

Con un cuestionario parecido al que Heidi Larson utiliza en Londres, desde la Fundación Bunge y Born presentaron su "Indice anual de confianza en las vacunas 2021", donde el 88% de los encuestados aseguró que las vacunas eran efectivas, otro 88% que eran seguras y un 89% que es importante vacunar a los niños. En relación a la actitud y el comportamiento hacia las vacunas contra la Covid-19, el 92% de las personas (mayores de 15 años) dijo haberse vacunado con al menos una dosis; el 4,6% manifestó que prefiere esperar, y el 1,6% que no sabia si se vacunaria. Todos estos grupos, cabe destacar, expresan un alto grado de confianza hacia las vacunas en general. Solo el 1,9% restante manifestó que no quiere vacunarse contra la Covid-19; este grupo expresa particularmente un bajo nivel de confianza hacia las vacunas en general. Si estos porcentajes se extrapolan a la población general parece ser que en  Argentina estaríamos llegando al límite de la población dispuesta a vacunarse. Y también expresa que los movimientos antivacunas actuales son solo una expresión marginal, aunque sin duda ruidosa.

Teniendo en cuenta estos datos el 89% de los encuestados asegura que es importante la vacunación a niños, pero hasta hoy solo el 79.3% de los niños se han vacunado con alguna dosis, siendo el grupo más importante sin vacunar hoy, con cerca de 1.3 millones de niños que no han recibido ninguna vacuna contra Covid-19. Sin duda eso merece otro análisis específico.  

Como en otros países también en Argentina parece existir una correlación entre la confianza de los médicos y de la población general a las vacunas. Esto seguramente es más notorio en algunas especialidades médicas que atienden niños, donde los médicos suelen estar más atentos también al calendario vacunal.

La reticencia o la aceptación a las vacunas tiene determinantes individuales: la visión que se tenga sobre la sociedad en general, y sobre el sistema médico en particular sin duda es un factor importante, las experiencias de la infancia frente a otras vacunas, las creencias religiosas o la mayor o menor confianza hacia que la ciencia puede responder a cuestiones de salud. En mi experiencia personal, limitada como toda experiencia personal, lejos están de que puedan ser considerados terraplanistas, en el sentido más peyorativo del término. Lo que si abunda es un gran sentido de curiosidad, y un gran énfasis en las rupturas que la ciencia tiene naturalmente ante cualquier conocimiento, en especial si es nuevo. Lo que seguramente impide a algunos apreciar algunos fenómenos desde una visión sistémica.

Pero todo esto genera una percepción que puede variar con el entorno. Cualquier creencia puede ser reforzada o modificada por las experiencias de relatos desde seres cercanos o grupos de influencia. Sean estos últimos médicos, pastores, el administrador del grupo de memes o influencers de instagram. Solo basta que uno les considere como palabra autorizada. Funciona en la ciencia con los "expertos" ¿como no va a funcionar para el resto de las cosas? La verdad entonces adquiere no la forma de datos epidemiológicos, sino la de un relato que le da sentido.

Existe entre los grupos más reticentes a vacunarse un sentido gregario y de pertenencia que se exacerba aun más cuando se ven amenazados por medidas como la vacunación obligatoria o pases vacunales. Estos grupos suplen las demandas normales de autovalidación que todos las las personas necesitamos. Si las autoridades entendieran esta dinámica grupal se lo pensarían dos veces. Si es que vacunar a más gente es lo que se pretende.

La historia dice que la reticencia vacunal comenzó con la primer vacuna, es una larga historia que sigo contando aqui, pero lo cierto es que las redes sociales han visibilizado aun más el tema. Redes con menos censura están siendo utilizadas para difundir desinformación, por ejemplo en Telegram., donde en algunos canales el flujo de datos es tan intenso que no es dificil adivinar también un soporte de dinero importante.. Es interesante saber que prácticamente todos los grandes sitios que convocan a grupos que se declaran abiertamente antivacunas también adhieren a teorías conspirativas. La sensación de vivir una distopía parece también ser más habitual entre estos grupos, algo que también comparten con otras tribus como los "bitcoiners" o frecuentadores del multiverso. No menos cierto es que la historia de la medicina también está repleta de historias que pueden considerarse distópicas y algo sucedió en el mundo para que uno se encuentre más frecuentemente con más personas que sienten vivir una distopía a personas que quieran construir una utopía.

Para la revista Prescrire las vacunas han sido víctimas de su propio éxito, ya que varias enfermedades que alguna vez causaron miedo y el deseo de contar con herramientas para prevenirlas hoy son enfermedades raras y hay una sensación falsa y peligrosa de complacencia en la sociedad. Por si fuera poco algunos médicos aducen, sin ninguna evidencia, que estas enfermedades han perdido hoy su temida patogenicidad. 

Por ello han crecido las dudas entre los médicos ya no sobre la efectividad, sino sobre la necesidad de las vacunas. Y no estamos hablando de estas últimas del Covid-19, sino de todas en general. La mayoría de los médicos desconocemos sobre los coadyuvantes que las vacunas llevan, de hecho los artículos científicos prácticamente ni los mencionan. Y existe en muchos médicos también incomodidad para hablar de los efectos adversos. También la mayoría de los médicos consideramos que los niños están expuestos a una gran cantidad de vacunas. Todo esto, en más o en menos, sumados a la capacidad o no, de comunicar que tengamos, puede llevar a que algún paciente pueda modificar su decisión de vacunarse o no.

Sobre estas bases debiéramos preguntarnos hoy los médicos si nuestra decisión de vacunarnos o no, también influye sobre la mirada que tengamos de nuestros pacientes. Seguramente si, de lo que surge la necesidad de apartar nuestras preferencias personales y de ofrecer las ventajas y desventajas que cada paciente en particular requiere de nosotros. Sobre todo en tiempos dificiles para grupos que están siendo demonizados desde hace meses.

Nadie ha publicado ningún estudio, pero resultaría interesante saber también cuantas personas de las que se vacunaron el último año contra el covid, se habian vacunado en los 5 años anteriores para otras enfermedades. Seguramente pocas o muy pocas si son adultos sanos. Lo que nos debiera hacer pensar que la gran mayoría de nosotros tenemos algún grado de reticencia vacunal, sino hacia estas, hacia otras vacunas que no son tan famosas en esta época.

Los gobiernos y las universidades debieran invertir más esfuerzo y dinero en investigación epidemiológica y social para conocer los determinantes de la reticencia vacunal en cada una de las sociedades y también en las distintas edades, ya que conocer las características globales también permite brindar una mayor personalización en la atención médica cuando se supera una mirada desde los estereotipos que socialmente se imponen. Muchas veces la decisión de vacunarse se origina en la no disponibilidad del tiempo, como lo mostró el éxito de vacunar en horarios extendidos en una provincia de Argentina. Pero sobre todo entender que las políticas de salud más que promover medidas punitivas debieran promover políticas de inclusión y de prevención de la salud.

Referencias

1. El informe de la Fundación Bunge y Borne puede ser leído aqui.

2. Hésitation vaccinale: mieux comprendre pour mieux accompagner. Revista Prescrire. 2018;38(422):933-938.

3. Documento de la OMS sobre Reticencia vacunal.  

4. Avance de vacunación Covid-19 al 18 de marzo 2022.

5. Batteux E, Mills F, Jones LF, et al. The Effectiveness of Interventions for Increasing COVID-19 Vaccine Uptake: A Systematic Review. Vaccines (Basel). 2022 Mar 3;10(3). pii: vaccines10030386. doi: 10.3390/vaccines10030386.

6. Larson HJ, Gakidou E, Murray CJL. The vaccine-hesitant moment. N Engl J Med [Internet]. 2022; Disponible en: http://dx.doi.org/10.1056/NEJMra2106441

Imágen: Ariel Arancibia, imágenes de un mundo distópico. En: Distopia art

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