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10 de noviembre de 2022

¿Cuales proteínas son mejores para ganar masa muscular?

La importancia de una alimentación adecuada para la salud es algo que la mayoría ya tenemos interiorizado. Cada vez nos preocupamos más de “comer mejor”, consumir alimentos de cercanía y, a poder ser, de
 producción sostenible. Además, la concienciación cada vez mayor sobre el bienestar animal ha hecho que tomemos más comida de origen vegetal.
Dentro de esta tendencia destaca la preferencia por elegir sustitutos de la carne, lo que favorece un consumo mayor de proteína de origen vegetal. Asimismo, las empresas alimentarias han ido desarrollando productos que se asemejan cada vez más a la carne, mejorando tanto características organolépticas como nutricionales.
Pero también somos conscientes de que llevar un estilo de vida activo es esencial para mantenernos sanos. Así, destaca el interés cada vez mayor en deportes donde se da una ganancia de fuerza y masa muscular, como son el culturismo, la halterofilia, el levantamiento de potencia o el crossfit.
Por eso, las proteínas que ingerimos han ido adquiriendo cada vez mayor relevancia, dado el papel que desempeñan en dicha ganancia de masa y fuerza muscular. Y en este escenario, las de origen animal son consideradas mejores que las de origen vegetal.
Virtudes de la proteína de origen animal
Para lograr un aumento de la masa muscular (hipertrofia) es necesario estimular la síntesis de proteína en el músculo. Los dos principales estímulos son el ejercicio de fuerza y la proteína dietética. Pero el primero también eleva el catabolismo proteico (la degradación de las proteínas) del músculo. Por ello, un aporte alimenticio que garantice un balance proteico positivo (que la síntesis sea superior a la degradación) es imprescindible para conseguir la hipertrofia muscular.
En teoría, la proteína de origen animal se considera mejor para la ganancia de masa y fuerza muscular debido a su mayor capacidad de estimular la síntesis de proteína en el músculo (capacidad anabólica). Esto se atribuye principalmente a su calidad superior, determinada tanto por el perfil de aminoácidos esenciales como por la biodisponibilidad de estos (proporción de aminoácidos absorbidos y utilizados por el organismo).
A pesar de que todos los aminoácidos dietéticos son necesarios para sintetizar nuevas proteínas, los únicos que estimulan la síntesis muscular son los esenciales; en especial, la leucina. Entre los alimentos ricos en leucina se cuentan los huevos, las legumbres (guisantes, chauchas, porotos, habas, garbanzos y lentejas), nueces, leche y carnes rojas. 
Generalmente, la proteína de origen vegetal presenta concentraciones de aminoácidos esenciales inferiores a la de origen animal. En la mayoría de los casos, alguno o varios de ellos no llegan a suplir las necesidades, como la metionina en las legumbres y la lisina en los cereales.
Por otro lado, los aminoácidos de la proteína de origen vegetal se digieren y absorben en menor medida que los de la animal. Por ello, tanto el aporte dietético inicial como la cantidad de aminoácidos que utiliza el organismo serán menores.
En consecuencia, la proteína de origen vegetal se considera menos adecuada que la de origen animal para generar adaptaciones musculares.
Otros factores a tener en cuenta
Pero además del perfil de aminoácidos y de la biodisponibilidad de la proteína dietética, existen otros factores implicados en la síntesis de proteína muscular. Independientemente de su calidad, la cantidad que se ingiere debe ser suficiente para generar un balance positivo.
Para ello, se recomienda consumir diariamente entre entre 1,6 y 2 gramos de proteína por kilo de peso. En el caso de la de origen vegetal, al presentar una menor concentración de aminoácidos esenciales totales, se aconsejan cantidades próximas al límite superior del rango: 2 g/kg/día.
Si se presenta pérdida de grasa corporal, son recomendables cantidades superiores de proteína dietética, tanto para atletas veganos como omnívoros. El objetivo es mantener la masa magra.
Además, la distribución diaria de la ingesta de proteína también importa. Si el objetivo es maximizar su síntesis en el músculo, se recomienda tomarla de forma uniforme a lo largo del día, en dosis de 20-40 g. De esta manera se consigue generar múltiples picos anabólicos.
Otro factor nutricional imprescindible para aumentar la masa muscular es el aporte energético. Al tratarse de un proceso anabólico, el balance de energía debe ser positivo; es decir, su ingesta debe ser superior al gasto.
¿Y qué dicen los estudios?
Los estudios realizados hasta la fecha sugieren que, en la práctica, el origen de la proteína no supone ventaja o desventaja alguna en la ganancia de masa o fuerza muscular, independientemente de su capacidad anabólica, siempre que las cantidades ingeridas sean suficientes.
En este sentido, no se observaron diferencias significativas en cuanto a ganancia de fuerza muscular en individuos que realizaban rutinas que trabajan todos los grupos de músculos en una misma sesión que tomaban proteína de origen animal o vegetal. Similares resultados se han descrito en cuanto a su influencia en la hipertrofia muscular. Sin embargo, la mayoría de estas investigaciones han estudiado el efecto del origen de la proteína cuando esta se consume como suplemento.
En conclusión, la evidencia disponible sugiere que, pese a lo que quizás cabría esperar, el origen de la proteína no parece ser un factor determinante en cuanto a la ganancia de fuerza y/o masa muscular. Sin embargo, son necesarios estudios adicionales en los que se analicen los efectos de su consumo a través de la dieta, en lugar de en forma de suplemento.
Este artículo fue escrito por Iñaki Laskibar,  Lucía González Martínez y María Puy Portillo, expertos en en obesidad y nutrición de la Universidad del País Vasco, y publicado originalmente en The Conversation.

14 de septiembre de 2022

Menor riesgo de muerte entre quienes ejercitan al menos 150 minutos por semana

Un análisis de más de 100,000 participantes durante un período de seguimiento de 30 años encontró que los adultos que realizan de dos a cuatro veces la cantidad recomendada actualmente de actividad física moderada o vigorosa por semana tienen un riesgo de mortalidad significativamente reducido, según una nueva investigación publicada hoy en la revista insignia revisada por pares  
Circulation de la American Heart Association . La reducción fue del 21 al 23 % para las personas que realizaron de dos a cuatro veces la cantidad recomendada de actividad física vigorosa, y del 26 al 31 % para las personas que realizaron de dos a cuatro veces la cantidad recomendada de actividad física moderada cada semana.
Está bien documentado que la actividad física regular se asocia con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular y muerte prematura. En 2018, las Pautas de actividad física para estadounidenses del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos   recomendaron que los adultos realicen al menos 150-300 minutos por semana de actividad física moderada o 75-150 minutos por semana de actividad física vigorosa, o un equivalente combinación de ambas intensidades. Las recomendaciones actuales de la American Heart Association  , que se basan en las Pautas de actividad física del HHS, son por lo menos 150 minutos por semana de ejercicio aeróbico de intensidad moderada o 75 minutos por semana o ejercicio aeróbico vigoroso, o una combinación de ambos.

“El impacto potencial de la actividad física en la salud es grande, pero aún no está claro si realizar altos niveles de actividad física prolongada, vigorosa o de intensidad moderada por encima de los niveles recomendados proporciona beneficios adicionales o efectos nocivos en la salud cardiovascular”, dijo Dong Hoon Lee, investigador asociado en el departamento de nutrición de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard en Boston. "Nuestro estudio aprovechó medidas repetidas de actividad física auto informada durante décadas para examinar la asociación entre la actividad física a largo plazo durante la edad adulta media y tardía y la mortalidad".
Los investigadores analizaron los datos de mortalidad y los registros médicos de más de 100.000 adultos recopilados a partir de dos grandes estudios prospectivos: el Estudio de salud de enfermeras exclusivamente femenino y el Estudio de seguimiento de profesionales de la salud exclusivamente masculino de 1988 a 2018. Los participantes cuyos datos fueron examinados eran 63% mujeres y más del 96% eran adultos blancos. Tenían una edad promedio de 66 años y un índice de masa corporal (IMC) promedio de 26 kg/m 2  durante el período de seguimiento de 30 años.

Los participantes auto informaron su actividad física en el tiempo libre completando un cuestionario validado para el Estudio de Salud de Enfermeras o el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud cada dos años. Los cuestionarios disponibles públicamente, que se actualizaban y ampliaban cada dos años, incluían preguntas sobre información de salud, enfermedades diagnosticadas por médicos, antecedentes médicos familiares y hábitos personales como consumo de cigarrillos y alcohol y frecuencia de ejercicio. Los datos de ejercicio se informaron como el tiempo promedio dedicado por semana a varias actividades físicas durante el último año. La actividad moderada se definió como caminar, ejercicio de baja intensidad, levantamiento de pesas y calistenia. La actividad vigorosa incluía trotar, correr, nadar, andar en bicicleta y otros ejercicios aeróbicos.
El análisis encontró que los adultos que realizaban el doble del rango recomendado actualmente de actividad física moderada o vigorosa cada semana tenían el riesgo de mortalidad a largo plazo más bajo.
El análisis también encontró:
  • Los participantes que cumplieron con las pautas de actividad física vigorosa tuvieron un 31 % menos de riesgo observado de mortalidad por enfermedad cardiovascular y un 15 % menos de riesgo de mortalidad no cardiovascular, para un 19 % menos de riesgo general de muerte por todas las causas.
  • Los participantes que cumplieron con las pautas de actividad física moderada observaron un riesgo 22-25 % menor de mortalidad por enfermedad cardiovascular (ECV) y un riesgo 19-20 % menor de mortalidad no cardiovascular, para un riesgo general 20-21 % menor de muerte por todas las causas.
  • Los participantes que realizaron de dos a cuatro veces más de la cantidad recomendada de actividad física vigorosa a largo plazo (150-300 min/semana) tuvieron un riesgo observado de 27-33 % menor de mortalidad por ECV y 19 % de mortalidad no cardiovascular, para un total de 21 -23% menor riesgo de muerte por todas las causas.
  • Los participantes que realizaron de dos a cuatro veces más de la cantidad recomendada de actividad física moderada (300-600 min/semana) tuvieron un riesgo observado 28-38% menor de mortalidad por ECV y 25-27% de mortalidad no cardiovascular, para un total de 26- 31% menor riesgo de mortalidad por todas las causas.
O sea que los que realizaron actividad física moderada, de más de 20 minutos por día, tuvieron menor mortalidad. Y cuando esa actividad se duplica, la disminución de la mortalidad es aún mayor.

Además, no se encontraron efectos nocivos para la salud cardiovascular entre los adultos que informaron participar en más de cuatro veces los niveles mínimos de actividad recomendados. Estudios previos han encontrado evidencia de que el ejercicio de resistencia a largo plazo y de alta intensidad, como maratones, triatlones y carreras ciclistas de larga distancia, puede aumentar el riesgo de eventos cardiovasculares adversos, incluida la fibrosis miocárdica, la calcificación de las arterias coronarias, la fibrilación auricular y la muerte cardíaca.
"Este hallazgo puede reducir las preocupaciones sobre el posible efecto nocivo de realizar altos niveles de actividad física observados en varios estudios anteriores", anotó Lee.

Sin embargo, participar en actividad física de alta intensidad a largo plazo (≥300 minutos/semana) o actividad física de intensidad moderada (≥600 minutos/semana) a niveles más de cuatro veces el mínimo semanal recomendado no proporcionó ninguna reducción adicional en el riesgo de muerte.
“Nuestro estudio proporciona evidencia para guiar a las personas a elegir la cantidad y la intensidad correctas de actividad física a lo largo de su vida para mantener su salud en general”, dijo Lee. "Nuestros hallazgos respaldan las pautas nacionales actuales de actividad física y sugieren además que se pueden lograr los máximos beneficios realizando niveles medios a altos de actividad moderada o vigorosa o una combinación" dicen los autores del estudio.
También señaló que las personas que realizan menos de 75 minutos de actividad vigorosa o menos de 150 minutos de actividad moderada a la semana pueden tener mayores beneficios en la reducción de la mortalidad al realizar de manera constante aproximadamente 75 a 150 minutos de actividad vigorosa o 150 a 300 minutos de ejercicio moderado por semana, o una combinación equivalente de ambos, a largo plazo.
"Sabemos desde hace mucho tiempo que los niveles moderados e intensos de ejercicio físico pueden reducir el riesgo de una persona tanto de enfermedad cardiovascular aterosclerótica como de mortalidad", dijo Donna K. Arnett, MSPH, Ph.D., BSN, expresidenta de la American Heart Association (2012-2013) y el decano y profesor del departamento de epidemiología de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Kentucky en Lexington, Kentucky. Arnett se desempeñó como copresidente del comité de redacción de  la Guía de 2019 de la American Heart Association sobre prevención primaria de enfermedades cardiovascularesSin embargo, ella no participó en el estudio. "También hemos visto que hacer más de 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada o más de 150 minutos de ejercicio físico aeróbico de intensidad vigorosa cada semana puede reducir aún más el riesgo de enfermedad cardiovascular aterosclerótica de una persona, por lo que tiene sentido que hacer esos minutos adicionales de ejercicio también pueden disminuir la mortalidad”.
Piercy KL, Troiano RP, Ballard RM, et al. The Physical Activity Guidelines for Americans. JAMA. 2018;320(19):2020–2028. doi:10.1001/jama.2018.14854