Thomas Kuhn (1922-1996) es reconocido por su aporte a la filosofía e historia de la ciencia.
Las primeras etapas del desarrollo de la ciencia se han caracterizado por una competencia continua entre algunos modos de ver la naturaleza, cada uno de ellos parcialmente derivado de los dictados de la observación y métodos científicos y todos ellos más o menos compatibles con ellos. Estas escuelas se diferencian en sus modos inconmensurables de ver el mundo y de practicar en él la ciencia.
La investigación efectiva difícilmente comienza antes de que a una comunidad científico considere haber obtenido respuestas firmes a preguntas como las siguientes: ¿Cuáles son las entidades fundamentales de que se compone el universo? ¿Cómo interactúan esas entre sí y con los sentidos? ¿Qué preguntas se pueden plantear legítimamente acerca de tales entidades y qué técnicas se pueden emplear para buscar soluciones?
La ciencia normal, la actividad en que la mayoría de los científicos emplean inevitablemente casi todo su tiempo, se asienta en el supuesto de que la comunidad científica sabe cómo es el mundo.
Cuando la ciencia no puede sustraerse más a las anomalías que subvierten la tradición científica (ciencia normal) entonces comienzan las investigaciones extraordinarias, que finalmente llevan a la ciencia a un nuevo conjunto de compromisos. Todas las revoluciones producen un desplazamiento en los problemas susceptibles de examen científico y en las normas con las cuales la ciencia determina qué cuenta como un problema admisible o como solución legítima a un problema.
Sus ideas surgen de un ensayo muy conocido: "La estructura de las revoluciones científicas", publicado en 1962. Y aunque hay que leerlo, no una sino varias veces, sus ideas se pueden resumir en algunos puntos:
- «Si se considera a la historia como algo más que un depósito de anécdotas o cronología, puede producir una transformación decisiva de la imagen que tenemos actualmente de la ciencia». La historia es más que un anecdotario; verlo de esa forma es un error de juicio.
- De acuerdo a la historia normal la historia es una acumulación de hechos.
- Las teorías descartadas no dejan de ser científicas por más disparatadas que parezcan en la actualidad; en su tiempo y con el conocimiento y opiniones de su tiempo son sumamente lógicas.
- La historia de la ciencia no es una acumulación de conocimientos a través del tiempo, sino cambios de paradigmas en el transcurso de este.
- Existe una revolución historiográfica del conocimiento acumulado al cambio continuo de paradigmas.
- El método científico puede dar hipótesis e investigación diferentes dependiendo de la educación y punto de vista del observador. Razón por la cual distintos paradigmas surgen de un nuevo fenómeno.
- La ciencia normal en un afán de defender su teoría trata de ajustar la realidad a su modelo (¿simplificaciones?)
- La ciencia normal tiene anomalías que la nueva ciencia trata de explicar. El cambiar la teoría existente por una teoría nueva no solo significa una nueva explicación del universo sino, en muchos casos, una reinvención del espectro de teorías y normas que la rigen, una reinvención de los hechos y fenómenos vistos por la teoría. Esto es costoso y toma mucho tiempo, cosa que la teoría normal no puede hacer usualmente. Y maravilla que no se puede atribuir a una sola persona sino a un grupo de personas.
- Para poder analizar un paradigma y su historia se necesita poner de manifiesto la integridad histórica de esa misma teoría en la época en que se desarrolló.
La estructura de las revoluciones científicas y la revolución copernicana
El ejemplo más famoso de revolución en el pensamiento científico es De Revolutionibus Orbium Coelestium (1543), de Copérnico. En la escuela tolomeica (de Claudio Ptolomeo) se utilizaban los ciclos y epiciclos (junto con algunos conceptos adicionales) para construir un modelo explicativo de los movimientos de los planetas en un universo cuyo centro era una Tierra inmóvil. Dado el conocimiento de la época, era el enfoque más plausible. A medida que las observaciones astronómicas se hicieron más precisas, la complejidad de los mecanismos cíclicos y epicíclicos tolomeicos debió incrementarse para hacer coincidir lo más ajustadamente sus cálculos con las posiciones observadas de cada planeta. Copérnico propuso un sistema que tenía al Sol como centro, alrededor del cual orbitaban los planetas, uno de los cuales era la Tierra. Sus contemporáneos rechazaron su cosmología, y lo hicieron con pleno derecho, según Kuhn, dado que la cosmología de Copérnico carecía de credibilidad.
El cambio de paradigma que el universo de Copérnico proponía no podía ser real ya que tenía que esperar que las teorías sobre el movimiento de Galileo Galilei fueran confirmadas (1564-1642). Intuitivamente conocemos que cuando un objeto es puesto en movimiento, finalmente se detiene. Aristóteles sostenía que esto era una propiedad de la Naturaleza: para que el movimiento se mantenga, algo debe continuar poniéndolo en movimiento. Para el conocimiento disponible en la época, era la hipótesis más sensata y razonable.
Galileo propuso una alternativa radical para explicar el hecho de que el movimiento se detenga: supongamos, decía, que los objetos finalmente se detienen porque están siempre sujetos a determinada fricción. Carecía de equipamiento para confirmar objetivamente su conjetura, pero sugirió que sin fricción que frenara al móvil, su tendencia inherente es mantener una misma velocidad sin necesidad de aplicarle ninguna fuerza adicional.
El enfoque tolomeico, que utilizaba los ciclos y epiciclos, comenzó a presentar problemas: el constante crecimiento en complejidad que se requería para dar cuenta de los fenómenos observables parecía no tener fin.
Fue entonces que Johannes Kepler (1571-1630) fue el primero en abandonar el paradigma tolomeico y sus herramientas conceptuales. Comenzó a explorar la posibilidad de que Marte tuviera una órbita elíptica en lugar de una circular. La velocidad angular no podía ser constante, pero resultó ser muy difícil encontrar una fórmula que describiese la forma en que se modificaba la velocidad angular. Luego de años de incesantes e infructuosos cálculos, Kepler dio con lo que hoy conocemos como la segunda de las leyes de Kepler.
La conjetura de Galilei era simplemente eso: una conjetura. También lo fue la cosmología de Kepler. Sin embargo, cada una de ellas aumentó la credibilidad de la otra, y juntas cambiaron la percepción de la comunidad científica. Más adelante, Isaac Newton (1642-1727) demostró que las tres leyes de Kepler podían derivarse de una única teoría del movimiento y del movimiento planetario. Newton unificó y solidificó el cambio de paradigma iniciado por Kepler y Galilei. Es decir que debieron pasar casi 150 años para que la "revolución copernicana" fuera creíble.
Coherencia
Uno de los objetivos de la ciencia es encontrar modelos que den cuenta de la mayor cantidad de observaciones dentro de un marco coherente. La reformulación de la naturaleza del movimiento llevada a cabo por Galilei, junto a la cosmología de Kepler, representaban un marco coherente capaz de rivalizar con el Aristotélico/Ptolomeico.
Este modelo es lo que se conoce como "paradigma", lo que para Kuhn es un sistema de creencias, principios, valores y premisas que determinan la visión que una determinada comunidad científica tiene de la realidad, el tipo de preguntas y los problemas que son legítimos estudiar.
Una vez que se ha dado el cambio de paradigma, es necesario reescribir los libros de texto. La historia de la ciencia suele ser asimismo habitualmente reescrita y presentada como una suerte de proceso inevitable que conduce al marco conceptual establecido en el momento. Existe la creencia implícita de que todo fenómeno de momento carente de una explicación, podrá ser explicado en un futuro dentro del marco conceptual establecido. Kuhn dice que los científicos pasan la mayor parte de su carrera (si no toda ella) resolviendo acertijos. Y lo hacen con gran tenacidad, dado que los éxitos del marco conceptual establecido tienden a generar una gran confianza en que el enfoque adoptado garantiza que existe una solución al acertijo, por difícil que sea. Este proceso es llamado ciencia normal .
Cuando un paradigma es exigido hasta su límite, las anomalías — es decir la incapacidad de dar cuenta de fenómenos observados — comienzan a acumularse. La gravedad de éstas se juzga por aquellos que practican la disciplina en cuestión. Algunas pueden ser despreciadas como errores en la observación, mientras que otras pueden requerir algunos pequeños ajustes del paradigma actual que las explicaría en su momento. Pero a pesar del número o gravedad de anomalías que persistan o se acumulen, los científicos no pierden su fe en el paradigma mientras no exista una alternativa convincente; perder la fe en que todo problema tiene una solución equivaldría a dejar de ser un científico.
En cualquier comunidad científica hay individuos que se arriesgan más que la mayoría. Son los que, considerando que existe de hecho una crisis, adoptan lo que Kuhn denomina ciencia revolucionaria, intentando dar con alternativas a las presuposiciones aparentemente obvias e incuestionables en las que se basa el paradigma establecido. Lo que suele dar lugar a un marco conceptual que rivaliza con éste. El nuevo paradigma propuesto parecería poseer numerosas anomalías, en parte debido a estar aún incompleto. La mayoría de la comunidad científica se opondrá a cualquier cambio conceptual, y de acuerdo con Kuhn, obrará bien haciéndolo.
Para que una comunidad científica alcance su potencial necesita tanto de individuos arriesgados como de individuos conservadores. Existen numerosos ejemplos en la historia de la ciencia en los que la confianza en el marco conceptual establecido fue posteriormente corroborada. Es casi imposible predecir si las anomalías del nuevo paradigma propuesto podrán ser resueltas. Aquellos científicos que sean excepcionalmente hábiles para reconocer el potencial de una teoría, serán los primeros en preferir el nuevo paradigma. Esta etapa es seguida generalmente por un período en el cual hay quienes adhieren o uno o a otro de los paradigmas. Más adelante, si el paradigma propuesto logra unificarse y solidificarse, acaba por reemplazar al anterior, y se dice que tiene lugar un cambio de paradigma.
Las tres etapas
El autor distingue cronológicamente tres etapas. En la primera, que es la fase pre-científica, y que se da una sola vez, no existe consenso sobre ninguna teoría en particular. Se caracteriza por presentar numerosas teorías incompatibles e incompletas. Si los individuos de una comunidad precientífica logran un amplio consenso sobre métodos, terminología, y la clase de experimentos que pueden contribuir a mayores descubrimientos, da comienzo la segunda fase, o ciencia normal. Toda ciencia puede atravesar luego, varias fases de ciencia revolucionaria, así hasta establecer un nuevo paradigma.
Período de transición
El período de transición entre un paradigma y otro no es sencillo ni rápido. El autor cita el comentario de Max Planck, según el cual:
- una nueva verdad científica no triunfa porque haya convencido a sus oponentes y le haya hecho ver la luz, sino más bien porque sus oponentes mueren finalmente, y una nueva generación crece más familiarizada con la mía
Según Kuhn, el paradigma que precede un cambio de paradigma científico, es tan diferente del que lo sigue, que sus teorías no son comparables. El cambio de paradigma no es una mera revisión o transformación de una teoría aislada, sino que cambia la manera en que se define la terminología, la manera en que los científicos encaran su objeto de estudio, y acaso más importante aún, el tipo de preguntas consideradas válidas, así como las reglas utilizadas para determinar la verdad de una teoría particular. Plantea así la inconmensurabilidad de los paradigmas (imposibilidad de traducir las ideas de uno en las de otro, y por lo tanto de compararlos entre sí). Las nuevas teorías no serían, por tanto, meras extensiones de las antiguas, sino que conformarían visiones del mundo radicalmente diferentes.
Tal inconmensurabilidad existe no sólo antes y después de un cambio de paradigma, sino también en los períodos de convivencia y conflicto. Es imposible, según Kuhn, idear un lenguaje imparcial que pueda usarse para realizar una comparación neutral entre los paradigmas, pues los términos son parte integral de los mismos, y por lo tanto poseen diferentes connotaciones dependiendo de en cuál de ellos se los use. Según el mismo Thomas Kuhn, los defensores de cada paradigma se encuentran separados por un abismo insalvable : "Aunque cada uno de ellos puede albergar la esperanza de convertir al otro a su propia manera de ver la ciencia y sus problemas, ninguno puede esperar demostrar que está en lo cierto. La competencia entre paradigmas no es el tipo de batalla que puede ser resuelta sobre la base de pruebas. "
Según Kuhn, las herramientas probabilísticas utilizadas por los verificacionistas son inherentemente inadecuadas para la tarea de decidir entre teorías en conflicto, dado que ellas mismas pertenecen a los mismos paradigmas que buscan comparar. De manera similar, las observaciones tendientes a falsar o refutar a una teoría caen dentro de uno de los paradigmas que pretenden ayudar a comparar, serían asimismo inadecuadas para el caso. Kuhn insiste en que el concepto de falsabilidad de Karl Popper, no es útil para entender por qué la ciencia se ha desarrollado de la manera en que lo ha hecho. En la práctica científica, los científicos consideran la posibilidad de que una teoría ha sido “falsada” (refutada) si cuentan con una teoría alternativa creíble. En ausencia de tal alternativa, los científicos continuarán dentro del marco del paradigma establecido. Si ocurre un cambio de paradigma, los libros de texto se reescriben declarando que las teorías previas han sido refutadas o falsadas.
De esta forma en el pensamiento de Thomas Kuhn la ciencia no adhiere a una idea de progreso acumulativo, sino a profundas fracturas en el pensamiento científico que logran establecer un cambio de paradigmas.
Excelente
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