No es correcto. Para empezar, en sus experimentos Pavlov nunca usó una campana. Ni un timbre, ni nada similar. Y para terminar, Pavlov no estaba haciendo experimentos de psicología, sino que estaba estudiando la fisiología de la digestión en los perros. Su descubrimiento de los mal llamados reflejos condicionados fue un producto añadido, un resultado colateral de las investigaciones que lo llevaron a obtener el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1904 y a convertirse en uno de los más influyentes estudiosos del cuerpo viviente de toda la historia.
Iván Petrovich Pavlov nació el 14 de septiembre de 1849 en Ryazan, Rusia, y era el mayor de los once hijos que tendrían su padre, Piotr Dmitrievich Pávlov, el sacerdote local de la iglesia ortodoxa rusa, y su madre, Varvara Ivanovna Uspenskaya. En un principio, Iván se propuso seguir los pasos de su padre y entró en el seminario, pero se encontró con el trabajo de Charles Darwin y de Iván Sechénov, el padre de la fisiología rusa, que describió los reflejos. En 1870 dejó el seminario para disgusto de su padre y fue a estudiar Fisiología y Química en la Universidad de San Petersburgo. Eran tiempos de florecimiento de la ciencia rusa, ejemplificado por su profesor de primer año de Química, Dmitri Mendeleev, quien un año antes había creado la tabla periódica de los elementos como una herramienta educativa que resultó ser la clave para entender las bases atómicas del comportamiento de los elementos.
Promover el método científico para estudiar la fisiología y relacionar estos estudios con la práctica de la medicina no era un trabajo fácil a fines del siglo XIX, cuando todavía había prejuicios contra el estudio científico del cuerpo humano. Pávlov decidió dedicarse a la fisiología siguiendo los pasos de su profesor Elías von Cyon, con el que empezó a trabajar en investigación después de su graduación en 1875, aunque dedicó tiempo también a estudiar medicina en la escuela Médico Militar.
Se propuso entender cómo funcionaba la digestión de los alimentos, asunto que era por entonces un completo misterio. Para poder ver lo que ocurría en el proceso digestivo, un conocimiento que hoy es trivial y se nos enseña en la primaria, tuvo que diseñar procedimientos sin precedentes. Así, desarrolló técnicas quirúrgicas para hacer orificios o fístulas en los aparatos digestivos de sus perros experimentales y tomar muestras de los distintos fluidos corporales que intervenían en el proceso digestivo, como la saliva y los jugos gástricos. Así descubrió, entre otras cosas, que la producción de jugos gástricos en el estómago dependía de la salivación del perro, y que la salivación era producida por la presencia de la comida incluso antes de comerla. De hecho, en un experimento, hizo una fístula en el esófago de los perros para que la comida que ingerían fuera expulsada al exterior y nunca llegara al estómago, y aún así este órgano producía jugos gástricos para la digestión. Razonó que el estómago recibía su información mediante el sistema nervioso, es decir, que el estímulo que se producía en la boca del animal era transmitido al estómago aunque la saliva o el alimento no le llegaran.
Batas blancas
En el transcurso de sus investigaciones, Pavlov observó que, dado que quienes alimentaban a los perros eran asistentes vestidos con batas blancas, los perros salivaban cuando veían a alguien en bata blanca, les diera de comer o no. Si el reflejo de salivar en presencia de comida era incondicional, la salivación en presencia de un estímulo naturalmente neutral pero asociado a la comida era condicional. Estos dos términos serían traducidos de modo impreciso como reflejos condicionados y no condicionados por los entusiastas conductistas cuyo trabajo se desarrolló en gran medida a partir de los descubrimientos de Pavlov.
Diseñó entonces un experimento en el cual, primero, medía la salivación de los perros ante el estímulo natural, la comida, y ante un estímulo neutro, un sonido, una luz o un estímulo táctil. Luego, durante un tiempo, como sabemos, asoció el estímulo neutro o condicionado al no condicionado, presentando el sonido al mismo tiempo que se ofrecía la comida. Después, el estímulo neutro bastaba para provocar una salivación similar a la que se producía al ver la comida. Usó zumbadores, metrónomos, destellos de luz y silbatos con distintos tonos, para ver en qué medida los perros podían distinguir entre varios el tono que estaba asociado a la comida... pero nunca una campana.
Sus trabajos sobre la fisiología de la digestión le supusieron el Nobel en 1904. Sus estudios sobre los reflejos apenas los había presentado en un congreso en Madrid en 1902 y aunque hoy son los que más lo identifican, por entonces eran desconocidos y solo parte de su trabajo. Poco a poco, sin embargo, fiel a sus convicciones científicas y materialistas, se centró más en el estudio de los reflejos como una forma de acceder al estudio de las emociones, las percepciones, las ideas mismas. Creía que la fisiología abriría la puerta a la comprensión de la psicología, por entonces una disciplina que científicamente estaba en pañales.Para financiar en parte sus investigaciones, Pavlov creó una instalación en la cual se recogía el jugo gástrico de algunos perros para embotellarlo y venderlo como remedio para la dispepsia. Su relación con la Revolución soviética, cuando se produjo, fue compleja. Aplaudió la mayor inversión en investigación científica, pero denunció actitudes dictatoriales en cartas a los jerarcas del Partido Comunista y se opuso abiertamente a la persecución de científicos por motivos ideológicos. Su gran relevancia hizo que, sin embargo, nunca fuera objeto de persecuciones.
Ateo, racionalista al grado de que durante un tiempo temió volverse un cínico como Iván, uno de los hermanos Karamazov de la novela de Dostoievsky y con una bien ganada fama de malhumorado, Pavlov siguió trabajando hasta su muerte el 27 de febrero de 1936... sin campanas.
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